Buscamos líderes cristianos comprometidos con el llamado del Evangelio, estratégicamente posicionados en diversas áreas de la sociedad, para equiparlos e inspirarlos a desarrollar su proyecto evangelístico en su entorno de influencia y a capacitar a otros para que hagan lo mismo.
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Visión

Cada nación redimida y transformada a través del Evangelio de Jesucristo.

mision

Misión

Equipar e inspirar líderes estratégicamente posicionados para demostrar y presentar más efectivamente el Evangelio de Jesucristo y preparar a otros para hacer lo mismo.

Fundación y alcance

Nuestro fundador, John Edmund Haggai, fue un visionario, un estadista cristiano global, un evangelista y un maestro excepcional del púlpito.

El Dr. Haggai inició un plan misionero único y vanguardista, en obediencia a la Gran Comisión. Una visita a Asia a principios de la década de 1960 lo convenció de que los cambios en la geopolítica mundial requerían una nueva estrategia para la evangelización global. En 1969, tras años de investigación, oración y desarrollo, presidió el primer seminario avanzado de liderazgo en Suiza. Este seminario fue diseñado para empoderar y movilizar a los líderes cristianos a alcanzar a su propia gente para Cristo, lo que dio origen a lo que hoy conocemos como Haggai Internacional.

Haggai International ha capacitado y motivado a más de 135,000 líderes cristianos en 189 países. Los graduados, a su vez, forman asociaciones en sus respectivos países, multiplicando su influencia y formando a otros líderes locales.

Exalumno del Moody Bible Institute (donde fue nombrado Exalumno del Año) y de la Furman University, así como ganador de doctorados honorarios en ambos lados del Pacífico, el Dr. John Haggai vivió de acuerdo con su lema: «Intenta algo tan grande para Dios que esté condenado al fracaso, a menos que Dios esté en ello.»

Es autor de más de una docena de libros, entre ellos Cómo vencer la preocupación, El líder influyente, Mi hijo Johnny (quien falleció en 1975 a los 25 años) y Secretos de éxito de la Biblia.

Intenta algo tan grande para Dios que esté condenado al fracaso, a menos que Dios esté en ello